La locomotora avanzaba por la pradera despidiendo una nube de humo blanco que la delataba desde lejos. Los perros del granjero, unos mastines fieros que ahuyentaban los coyotes que se acercaban a los rebaños, tomaron posición al lado de la vía y comenzaron a ladrar como posesos. A aquel coro de ladridos se unieron una perra whestie y cuatro cachorros de apenas 4 meses. Mientras la locomotora atravesaba el rancho, aquella jauría espontánea no paró de intimidar al convoy ferroviario que, por fin, desapareció en el bosque. Los canes volvieron a su sitio y la madre de los perritos se dedicó a aleccionar a su tropa. Como no te pongas serio y agresivo, cualquiera invade tu territorio, les decía. ¿Os habéis dado cuenta cómo ha huido? Hay que meter miedo a los intrusos.
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