30 nov 2020

Confesión de un Director General

Recuerdo que de niño yo era un as en el juego de las canicas. Recogía el dedo índice, acomodaba en medio la canica y con el dedo gordo a modo de percutor la lanzaba en la dirección que elegía, golpeando las canicas ajenas y dejando las mías lo más cerca posible de la meta. ¡Qué recuerdos! Pero os tengo que contar un secreto, por si sirve. Cuando me encuentro falto de fuerzas y presa del desánimo, me acuerdo de aquellas gestas infantiles y recupero la moral. Es un consejo de mi coucher. No dejes que la depresión te domine, me aconseja, acude a los buenos recuerdos. Y me funciona, sinceramente.

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