21 oct 2020

Trapos sucios

Hace apenas un mes, armada de un paraguas de colores y arrastrando un enorme baúl, llegó al pueblo una mujer. Se instaló en la Pensión Huidobro y ya se nos ha hecho una figura familiar. Pasea mañana y tarde, visita las tiendas, acude a la iglesia los domingos y luce unos vestidos llamativos. Habla con todo el mundo y se va enterando de nuestras cosas poco a poco. Eso nos intriga, porque ella no da pistas ni de su vida, ni de sus intenciones, ni de las verdaderas razones que la traen por aquí. Hasta ayer que preguntó directamente por la casa de don Blas de Piélagos, el párroco recientemente fallecido en la aldea. Esto ha desatado un río de rumores y especulaciones sobre ella. Que si es una hija perdida del difunto, que si una amante desatendida, que si una hermana que lucha por la herencia. Vamos, la gente vive la situación en ascuas, convencida de que la verdad que les espera será muy sabrosa. Y así ha sido. Porque nos hemos enterado finalmente de que es escritora a la que le gustan las historias escabrosas, cosa que, nadie lo puede negar, en este pueblo abundan. Desde entonces todo el mundo se escabulle, no sea que aparezcamos en el libro. 

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