4 sept 2020

Misterio de Casanostra



Fray Bernardo, maestro de novicios del San Damián de Casanostra, fue encontrado muerto en el oratorio. El hermano enfermero acertó a diagnosticar que tenía el corazón reventado. Velaron su cadáver y al atardecer del siguiente día lo enterraron cristianamente, a la par de dedicar las correspondientes cien misas que se oficiaban por todo aquel fraile que profesaba los votos de aquel convento. El joven novicio Dudon di Tutti sintió curiosidad por el motivo del fallecimiento y revisó las circunstancias de la muerte de su maestro. Así que acudió al oratorio y se arrodilló en el mismo lugar donde fray Bernardo di Guria fue encontrado. De todos era sabido que hacia mediados del mes de junio penetraba un rayo al amanecer por el ventanuco de levante y brillaba con una intensidad especial sobre el pecho de San Genaro, patrón de Nápoles, cuya sangre conservada en un cáliz se licuaba todos los años al ser expuesta en un 9 de septiembre. Pues bien, decíamos que era junio y que el rayo descargaba toda su luz sobre el pecho del santo. Este era un momento de devoción que los frailes apreciaban mucho, aunque era más concurrido el rezo al atardecer, cuando el rayo iluminaba con fuerza la cara del santo desde la ventana de poniente. Decíamos pues, que Dudon di Tutti, el novicio curioso, se arrodilló en el oratorio y oró devotamente frente a San Genaro. Vio como una luz inundaba poco a poco el vano del ventanuco y iba lentamente acercándose al corazón del santo. Intensamente, cada vez más brillante, más misteriosa, más rotunda, más mortífera. Sí, mortal porque el novicio Dudon di Tutti también fue diagnosticado por el hermano enfermero como muerto por un colapso del corazón. El padre prior, después de velar y enterrar al novicio, prometiendo apenas 50 misas en su memoria por ser no más que meritorio, prohibió la devoción a San Genaro por tiempo indefinido. Sin más explicaciones, ni investigación alguna. Si era voluntad divina, comentó, no había nada que decir. Sin embargo el hermano enfermero, fray Jodías di Notte, se apresuró a limpiar los ventanucos de oriente y poniente en cuanto encontró oportunidad. El era el que había colocado una silueta del diablo, o diabolo, sobre los  vanos que se reflejaba como una amenaza letal sobre la imagen de San Genaro. Yo solo quería asustar a fray Bernardo di Guria, que Dios me perdone con el novicio, se decía así mismo.
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