Sentado
en la mecedora, de noche y en el jardín, descubrí una luciérnaga.
Y muy cerca, emboscado en el césped, chirriaba un grillo. Cuanto más
intenso era su tono, más brillaba el insecto. Estos se entienden,
pensé. Mas no fue posible averiguarlo. En mi primer paso el uno
calló, la otra perdió su fulgor. Avergonzado, emprendí la retirada
y la noche recuperó su orden y concierto.
NOTA: Relato finalista en el VI Concurso Literario de minicuentos "Un caleidoscopio de letras". Ver Mundo escritura. Setiembre 2020. (http://www.mundoescritura.com/concursos/microrrelatos.php).
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