Ahí
va el microrrelato de esta semana, señor profesor. Vale, vale,
proceda. Resulta que me he liado un poco, pero bueno empiezo con la
introducción o contexto. Espero haber acertado. Venga, venga,
comience la lectura. Voy. Pues
en el año 1657 de la era cristiana, en el mes de junio, recién
iniciado el verano, cuando las mariposas deambulaban de flor en flor
libando con sus trompas el néctar de cuantas flores encontraban, y
los ruiseñores alegraban con sus trinos los afortunados tímpanos de
los mortales, hallábase a la sazón, una joven princesa al borde de
una lago donde la brisa mecía, no sin cierta sensualidad, las
lánguidas ramas de un sauce llorón. Al tiempo un milano real
desplegaba sus alas y mostraba cuán cerca del cielo puede hallarse
cualquier mortal. Pero quisieron los cielos que aquella felicidad
tuviera su fin cuando un relámpago primero y un trueno después
rompieron la paz de aquel paraíso...
¡Calle, calle de una vez! Lleva ya 117 palabras y aún no ha entrado
en el conflicto. No siga. El profesor, se ve, estaba muy enfadado.
Váyase a vivir al S. XVIII y escriba 100 novelas describiendo
durante horas y horas escenarios. ¡Por dios, esto son
microcuentooooossss! ¡Breveeeeesssss! ¡Al granoooo!
_____ o _____
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