30 sept 2019

El consuelo

Se compró unas zapatillas bonitas, lustrosas y baratas. Era la primera vez que se atrevía a hacerlo solo, sin ayuda de su mujer. Por las noches, al calor del hogar, se sentía como un rey. Pies relajados, calientes y cómodos. Así se lo hizo saber a la familia. Estoy como un dios, les dijo. Su mujer sonrió sin decir nada, la hija no levantó la mirada de su móvil, el gato no entendió nada. Pero cambiaron las tornas al poco tiempo cuando las zapatillas envejecieron, con hilos sueltos, piel desgastada, color triste, olor a viejo y aire desmadejado. El se arrepintió un poco y se rascó la cabeza cuando se percató del rápido deterioro, su mujer le recordó que fue una mala compra, su hija le demostró que en Amazon encontraría repuesto y el gato se acercó para hacerle el último rasguño. Era el único que parecía estar contento. Le dedicó una carantoña al minino. Las zapatillas se fueron a la basura, que no era cuestión de aguantar el aire ofendido de la familia.
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