7 ago 2019

La vida que se escurre entre los dedos

El hombretón aquel entró en la taberna empujando un coche de niño en el que un infante dormitaba a conciencia. A todas luces se trataba de un abuelo canguro. Se tomó un café, ojeó el periódico y pagó. Al salir reparó en un parroquiano conocido al que saludó. ¡Hombre! ¿Cómo va la vida? Se inició un diálogo rápido y breve que a mí me sorprendió por su crudeza y sinceridad. ¿Qué tal tu mujer? Mal, al final no ha podido ser. ¿? No pudo con el bicho. ¿En serio? Sí, murió la semana pasada. Pero, si la vi hace poco por la calle. Sí, pero... ¡Joder, lo siento! ¡Qué mala noticia me das! Así es la vida. Pues ánimo. aquí estamos los demás. Yo, que era un testigo de primera fila, ví al abuelo alejarse apesadumbrado por la noticia. Al viudo, sin embargo, lo noté sereno y hasta contento de poder compartir sus penas con la gente. Esto sólo pasa en los pueblos, le dije al camarero. ¿Pues? En una ciudad no hay tanto poso de humanidad. Se quedó pensativo.
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