Encontré
en una ocasión un libro al que le faltaban las últimas 30 páginas.
De primeras fue una frustración ver que no sabría cómo podía
acabar aquella historia. Pero lo que un principio pareció ser un
chasco, acabó siendo una bendición, porque acabé yo mismo
convirtiéndome en autor. Tantos finales se me ocurrieron que aún
conservo la pasión por las historias y mi amistad con las musas. Ya
conocéis, pues, un poco más a Juan Badaya.
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