29 ago 2018

Diálogos silenciosos

En una ocasión se encontraron frente a frente un suspiro recién salido de la boca de una joven enamoradiza con el lamento de un joven poeta acodado en la barra de un bar. El suspiro se quejó de lo cerca que estaban los sueños y lo inaccesibles que resultaban. Se escurren entre los dedos, dijo. El lamento se disculpó diciendo que él no había inventado ni la tristeza, ni la alegría, ni el dolor o el gozo, el amor o el odio, y menos la pena, la soledad, la paz, la desgracia... Todo eso me lo encontré de balde desde el primer día que salí al mundo. El suspiro se entristeció. Pero yo, continuó el lamento, no conozco la fórmula para lograr el éxito o evitar el fracaso, la vida es una chispita de energía dentro del cosmos que se apagará algún día. Y mientras brilla, ¿qué?, preguntó el suspiro. Hay que aprovechar, aconsejó el lamento extinguiéndose poco a poco entre las volutas de humo del bar. El suspiro se agrandó y acabó iluminando con una sonrisa la cara de la joven que no apartaba la mirada del joven poeta.
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