Manolo
Alientos llegó a casa con las manos en los bolsilllos y, por puro
despiste, dejó la puerta entreabierta. Y tranquilamente se sentó
frente al televisor a disfrutar de lo que le pusieran en pantalla. Un
ladrón, que pasaba casualmente por allí, no desperdició la
oportunidad y aprovechó para apropiarse de cuanto pudo en las
habitaciones de la casa. Debió hacer algo de ruido, porque el dueño
se percató y le pidió a grito pelado un favor: Cariño, tráeme una
cerveza del frigorífico. Como no obtuvo respuesta, insistió con
frases seductoras. Te daré un beso, decía, que me tienes robado el
corazón, tonta. Mientras tanto, el ladrón a lo suyo. Ya verás, voy
ahora mismo y te mato a besos. Manolo Alientos se incorporó con el ánimo pelín lujurioso, presto a cumplir sus deseos, y se encontró
la casa desvalijada. Su sorpresa fue mayúscula cuando entró en la
habitación y entre tanto caos descubrió en el espejo del armario,
dibujada con un pintalabios rojo, una frase firmada que le encendió:
Me
has hecho feliz, mi amor.
Lo de menos fue el dibujo obsceno que había al lado.
_____ o _____
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