11 jun 2018

Ciudadano ejemplar

Hay actos simples y cotidianos a los que no damos apenas trascendencia. Eso es lo que me sucedía a mí cada vez que me acercaba a una papelera urbana para arrojar las cacas de mi can. Pero ayer ocurrió que no fue así. Un departamento de la Facultad de Sociología de la Universidad de Oklahoma estaba haciendo un estudio sobre los hábitos cívicos de nativos de cinco continentes y, qué casualidad, me eligieron a mí como un aborigen de referencia en Europa. Y todo porque me vieron depositando en una papelera las heces de mi mascota. Mi confusión inicial fue enorme, pero acabé aceptando la situación. Primero comprobaron que pertenezco por muchas generaciones a la fauna humana de este continente, luego me asaron a preguntas y me hicieron repetir numerosas veces la acción para realizar unas tomas, cerciorándose de que prefiero dejar las cacas del can en papeleras antes que en el suelo. Un recio investigador me arreó dos buenas palmadas en la espalda por pertenecer al grupo de humanos civilizados que aún quedan en el planeta, una de las entrevistadoras me soltó un beso de agradecimiento por ser tan amante de la higiene, un becario llegó incluso a abrazar a mi perro diciéndole que yo soy una especie en extinción, que qué suerte la de mi perro, el productor del programa me anunció que mi nombre y efigie figurará en un monumento erigido en el campus de la Oklahoma University. En fin, que no entiendo que un acto tan simple y obligado merezca tantos honores y celebraciones. ¿Estaré en peligro de extinción? Siento estupor.
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