Se
ha muerto Genarín, el sacristán y campanero oficial del pueblo. Hoy
a las 18:00 horas es el funeral al que, seguro, acudirá mucha gente.
El párroco me ha pedido a mí que suba al campanario media hora
antes y que haga
tañir las campanas con fuerza, porque Genarín se lo merece,
me ha dicho. Y aquí estoy yo, que no tengo mucha idea, en todo lo
alto de la iglesia, dispuesto a voltear la campana mayor y repicar
con el badajo de la menor. Y parece que todo me va bien, porque ya
gira una y acompaso los toques con la otra. Es impresionate este
sonido. Cierro los ojos y sigo tirando rímicamente de una soga con
la mano derecha y atraigo hacia mí el badajo con la izquierda. En
este momento me siento muy cerca del fallecido Genarín, tan cerca,
tan cerca, que ¡horror, voy a acabar a su lado!, que la campana
mayor, en su enloquecido movimiento, me ha agarrrado por la cabeza y
me ha lanzado por los aires hasta aterrizar, creo, justo en el atrio
de la iglesia, junto al coche fúnebre que lleva a Genarín. Soy
hombre muer...
_____ o _____
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