Andresín
tiene una curiosidad desbordante y recursos en abundancia para
saciarla. Pero alguna vez no consigue sus objetivos, como por ejemplo
la noche en que debían llegar a su casa los Reyes Magos. Antes de ir
a dormir, colocó una cuerda de nylon atada entre dos sillas para
averiguar a qué hora le entregaban los reyes sus regalos y
descubrirlos in fraganti. Pero no funcionó, porque su sueño era muy profundo y no oyó nada. Sin
embargo, al día siguiente vio cómo el árbol de navidad estaba un
poco estropeado y su padre, muy sonriente él, llevaba un brazo en
cabestrillo. Entre las muchas exclamaciones de alegría que se
oyeron, su padre recuerda una muy especialmente, ¡Jolín, otro año
sin ver a los Magos de Oriente! El año que viene se lo decimos,
comentó el padre que aún recordaba el dedo dolorido del año
anterior cuando introdujo el dedo en una trampa para ratones. Déjalo,
pedía la madre, me encanta su inocencia.
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