El
señor de Murcia se puso serio, se quitó las gafas de sol y mirando
fijamente a los ojos de quienes tenía enfrente dijo... ¿Es lunes?
Sí, le contestaron. Pues a trabajar, les conminó. E inmediatamente
se puso en marcha la recolecta de alcachofas sin que nadie
protestara. El gesto amenazador de quien pagaba fue suficiente para
que el grupo iniciara su labor. El señor de Murcia se encajó de
nuevo las gafas de sol y observó cómo los braceros contratados
hacían su labor, mientras recordaba las muchas cosechas gloriosas y
más de una ruinosa que había padecido. Varios operarios eran
peruanos. Y cayó en cuenta de que la competencia de las alcachofas
peruanas en Europa y, sobre todo en América, un 12% menos en
aranceles, les habían comido la mitad del mercado, sobre todo de
productos en conserva. Observó a sus trabajadores con insistencia y
llegó pronto a una conclusión. Aquello iba en declive, se dijo, el
año que viene toca cultivo de brócoli, lechuga y coliflor. Y el
señor de Murcia acertó, sobre todo porque en los cultivos
colindantes se siguió confiando en la alcachofa blanca de Tudela que
ya había llegado a su techo de mercado. Y acertó. No hay cómo
tener ojo comercial, presumía... Aquel año, y sólo aquel año,
obtuvo grandes beneficios. En los 9 años siguientes, le falló la
vista y hasta casi se arruinó. ¿Quién me ha visto a mí recogiendo
espárragos?, se quejaba.
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