El
enamoramiento es una alteración del equilibrio personal, explicaba
la madre a su hija adolescente. No es más que un exceso de
testosterona y estrógenos. Se pasa, le advirtió, y no queda más
que lo que hayas hecho antes sensatamente. La madre, separada desde
hacía poco tiempo, se quedó tranquila, creía que había dado un
sabio consejo. Pero no fue así del todo, que le quedaba mucho por
aprender. Porque la chiquilla, que parecía embebida en una de las
múltiples redes que atendía diariamente en su celular, levantó los
ojos, miró fijamente a su madre y sonrió. ¡Ya! Ese cuento ya me lo
sé, que me han contado que luego la adrenalina, la dopamina y la
serotonina mantienen la atracción, o adicción, hacia tu pareja
durante un tiempo, ¡ja! La madre se quedó de una pieza. ¿Cómo
sabes eso? Lo estoy leyendo, y le enseñó la pantalla del móvil.
Dicen que después viene el apego para criar la prole y que en esa
etapa funcionamos con hormonas como la oxitocina y la vasopresina. A
ver, pásame el enlace,
pidió la madre. Lo leyó en voz alta: “Al parecer, la oxitocina es
la hormona principal en el amor, ya que ésta nos hace sentir mal
e incompletos cuando
no está cerca la persona que amamos...”. Las dos mujeres se
miraron a los ojos y la conversación ya fue totalmente espontánea.
A mí me falta oxitocina, se quejó la madre. Y a mi testosterona,
estrógenos... añadió la hija. Grandes carcajadas acompañaron
estas afirmaciones. Y se fundieron en un abrazo sin preguntar que
hormona lo provocaba.
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