El
abuelo Simón viajaba en el bus urbano mirando distraídamente por la
ventana, tratando de abstraerse de las conversaciones de la mitad de
los viajeros, ya que la otra mitad parecía no existir en este mundo
de tanto ir embebida en sus pantallas digitales. Pero no duró mucho
la situación, pues de repente una conversación se elevó sobre los
murmullos y mostró la verdad desnuda de la vida. Era una chica joven
que encorajinada respondía a su interlocutora. Que no, mamá, decía,
que ya no es como antes, que cada vez hay más distancia entre
nosotros. La mitad de la mitad de la gente no abducida por las nuevas
tecnologías pensó de inmediato que era un episodio más de la vida
en que al amor sucede el desamor y se conmovió un poco, y hasta
sintieron ganas de animar a la chica. La otra mita mitad de esa mitad
ni siquiera se enteró. El abuelo Simón, sin embargo, se enervó. Le
parecía impúdico perder la intimidad y airear ante desconocidos las
penas propias sin ser consciente de ello. Además percibió un cierto
morbo en el ambiente como de quien está disfrutando de poder husmear
de balde en las miserias ajenas sin nada que aportar. Así que esperó
su momento para intervenir. Y llegó pronto, porque la joven mujer no
paraba de argumentar. Que no, mamá, decía, que no puedo estar a su
lado abrazándole todo el día. Y otra voz no invitada en la escena
se dejó oír como un trueno. ¡Eso!, dijo el abuelo Simón, ¡eso!,
repitió. No se puede ser blando con él, jovencita. A un hijo no se
le puede tener siempre en el regazo. La mujer joven se quedó
cortada, consciente de la situación y el resto de pasajeros, a
juzgar por las toses artificiales y las miradas hacia ninguna parte,
se sintieron un pelín avergonzados por haber sido pillados in
fraganti. Bueno, la mitad de la mitad de ellos, que el resto de la
mitad, ya despierta, miraban a aquel viejo preguntándose qué estaba
diciendo. El abuelo Simón sonreía y aún tuvo tiempo de acercarse a
la chica al salir, guiñar un ojo y despedirse. Es más discreto el
WhatApp, jovencita. Suerte en esta vida. Ella sonrió tímidamente.
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