2 nov 2016

Imprevistos de un pensionista

Al tío Machuca se le mojó el teléfono móvil un día en que se le escurrió de las manos mientras paseaba por la playa envuelto en sus pensamientos. El aparato duró vivo unas 24 horas, luego se apagó sin un suspiro. Llamó al servicio técnico. Mire, lo sequé bien y funcionó, pero al cargar de nuevo la batería se ha colapsado. Y le cayó una diatriba inesperada. ¿Colapsado dice? ¿Usted no sabe que no debe enchufarlo hasta que se seque del todo? Ha provocado un cortocircuito, que lo sepa, no sé cómo se pueden cometer esas torpezas. Aquello no le sentó nada bien al tío Machuca que se enervó. Perdone, le dijo, usted me pide que sepa de todo, ¿no?, como usted, claro, que seguro es capaz de escribir sin faltas de ortografía. Que sepa que yo pongo tildes hasta en whatsApp y usted seguro que escribirá en jerga digital, ¡que lo sepa!. No hablaron más. Y cerraron rápidamente el trato comercial.
Cuando se lo contó al abuelo Simón, a éste le entró la risa floja. Has estado en tu sitio con estos pedantes tecnológicos. Sí, claro, pero sigo sin móvil. ¿Garantía? 120 pavos, como dice mi nieto. ¡Joder!, eso son palabras mayores, le dijo su amigo que acarició con una pizca de sentimentalismo el bolsillo donde guardaba su celular.

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