De
niño me sentía trasladado a un mundo fantástico cuando me hablaban
de peces voladores o de aves que se zambullían en el agua y nadaban
con pericia. Mi admiración llegó a la incredulidad cuando vi por
primera vez gaviotas reidoras que se lanzaba de cabeza al mar, se
sumergían y buceaban hasta aparecer a unos metros del lugar de
zambullida. Más tardes aluciné con los cormoranes que se
aposentaron en las riberas de los ríos de mi ciudad y fueron
diezmando la población piscícola hasta el punto de alarmar a las
autoridades medioambientales. Todo esto se lo explicaba yo a mi
abuelo, incluso se lo hice visionar en un vídeo donde un alcatraz
gigantesco se lanzaba en picado a las aguas del océano y emergía al
poco con un pez en el gaznate. Yo esperaba un comentario de sorpresa
y admiración en mi abuelo, pero el sorprendido fui yo.
-No
hace falta que vayas tan lejos para ver eso mismo, que eso ya lo hace
el martín pescador aquí al lado, a dos palmos de tus narices.
¿Tantos años por aquí y no lo conoces?
De
verdad que me dolió tener que responder que no, que no conocía.
_____ o _____
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