El
antropólogo explicaba que los hombres del país “caminan con las
manos metidas en los bolsillos del pantalón, en verano o en
invierno, con frío o calor. Pero sólo en los momentos de distensión”.
Aseguraba que “es una postura que aporta información a los de
alrededor que saben que están en un momento de relajación, de
asueto, que se trata de un mecanismo de relación social donde se
mezclan la timidez y la plácida curiosidad por ver y disfrutar los
hechos que desfilan ante sus ojos”. Vamos, aseguraba que es una
seña de identidad masculina.
Al
finalizar la disertación, en el turno de preguntas, una señora le
pidió al ponente que mostrara in situ cómo era la postura que
adoptaban los hombres del lugar cuando colocaban las manos en sus
bolsillos. Y añadió que, “si tanto lo ha estudiado, tendrá claro
si los puños van abiertos o cerrados y que analice por qué un
bolsillo del pantalón, normalmente el derecho, está más desgastado
que el otro, que no quiere dárselas de lista, pero que ella todo
esto lo tenía observado en su marido que, ave María Purísima, dios
lo tenga en su gloria”.
El
eminente antropólogo se quedó mudo, aunque no del todo. Con un
hilillo de voz acertó a responder a la señora. Y dicen que dijo
“acaba e dar usted ideas para tres tesis doctorales, señora”.
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