El
reo caminaba hacia el cadalso conducido por el verdugo, con una
capucha en la cabeza y una soga anudada al cuello. Al llegar a las
escaleras del patíbulo comenzó a gimotear, algo que el sayón no
podía soportar.
-No
te hagas la víctima, ¿eh? -le recriminó.
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