La
abuela cosía junto a la ventana con la espalda doblada y la vista
fija en la prenda que sujetaba en sus manos. Pero algo se le torció,
porque...
-Niño
-gritó-, ven para acá.
Un
rapaz se acercó y sin ninguna indicación directa tomó un hilo
entre los dedos de una mano y en la otra colocó la aguja en
posición, afiló la vista y enhebró la aguja con acierto,
pasándosela a la modista que agradeció la acción con una sonrisa
sincera.
-Que
Santa Lucía te conserve la vista -le deseó.
El
niño
corrió a jugar, no muy lejos, sin dejar de pensar quién sería
aquella santa tan apreciada por su abuela y que se tomaba la molestia
de velar por su futuro.
-Deben
ser los de un seguro -pensaba.
_____ o _____
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