1 feb 2016

Infancia lejana

La abuela cosía junto a la ventana con la espalda doblada y la vista fija en la prenda que sujetaba en sus manos. Pero algo se le torció, porque...
-Niño -gritó-, ven para acá. 
Un rapaz se acercó y sin ninguna indicación directa tomó un hilo entre los dedos de una mano y en la otra colocó la aguja en posición, afiló la vista y enhebró la aguja con acierto, pasándosela a la modista que agradeció la acción con una sonrisa sincera.
-Que Santa Lucía te conserve la vista -le deseó.
El niño corrió a jugar, no muy lejos, sin dejar de pensar quién sería aquella santa tan apreciada por su abuela y que se tomaba la molestia de velar por su futuro.
-Deben ser los de un seguro -pensaba.
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