4 sept 2015

Amores caribeños

Bajo los soportales de la vieja ciudad colonial, Prudenciano Buenamor se ganaba la vida trapicheando con anillos de compromiso y buena dicha, como rezaba el rótulo que presidía su mesa de trabajo, Pero una tarde sofocante se le presentó una de las tareas más comprometidas de su existencia, nada menos que sacar un anillo del dedo anular de una mulata malquerida que aborrecía tanto a su ex-amante como a la sortija dichosa.
Prudenciano Buenamor se armó de una lima fina y pasó dos buenas horas pegadito a las carnes de la sufrida mulata, tanto que al final de la faena, culminada por el éxito, había ya tanta intimidad entre ambos que pudieron olvidar sus penas e inaugurar una nueva etapa en sus vidas.
-Sin alianzas de compromiso, mi amor -le pidió la mulata. 
-Lo que digas, mi negra -musitó el bienaventurado artesano, haciendo más honor al propio apellido que al nombre.
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