31 ago 2015

Rencor añejo

Siendo niño recibí una buena reprimenda de mi vecina, la señora Aurea, por romperle un vidrio del portal de un balonazo. Además consiguió que me cayera un buen castigo en casa. Si yo hubiera sido con posterioridad un afamado futbolista o el director de un banco local, ella lo hubiera contado con orgullo. Pero como no he pasado de ser un hombre gris en esta vida, la anciana vecina me sigue mirando con un cierto desdén. Lo que no sabe la muy tonta de ella, es que yo soy el que le quema las sábanas con un cigarro, por lo menos un par de veces al año. Son las posibilidades que da el haber llegado a ser barrendero en esta ciudad. 
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