Tuvo
tanto empeño en afirmar su distinción y autoridad frente a sus
empleados que se olvidó de cumplir los objetivos de empresa. Así
que ante la evidente ruina del negocio fue despedido y, ¡oh
paradojas de la vida!, abocado a la ruina y, peor aún, a la
indigencia. Hoy es un mendigo al que nadie entiende.
La
verdad es que nunca se desenvolvió a pie de calle.
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