3 abr 2015

Teología enrevesada

El niño se arrimó al padre y le agarró la mano. Así se sentía más seguro y se libraba del miedo que empezaba a sentir en aquella iglesia a la que habían acudido a la misa mayor para celebrar la fiesta del patrón, San Jorge.
-Dios nos consuela y nos protege, nada hay que temer -decía el sacerdote en su prédica.
El padre sintió que su hijo comenzaba a temblar y le preguntó si le pasaba algo. El pequeño señaló al retablo donde un dragón muy feroz era alanceado por un jinete y rompiendo en llanto expresó su temor.
-Vámonos, que ahí hay un hombre colgado en una cruz, otro que mata animales y a otro lo están quemando -dijo señalando los muchos santos que se apelotonaban en el altar y capillas-. Tengo mucho miedo. 
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