17 oct 2014

Tabú en casa

Un día pregonó a los cuatro vientos su felicidad e hizo creer a cuantos le rodeaban que era el ser más satisfecho del mundo. No transcurrió mucho tiempo hasta que cambiaron las tornas y al buen hombre se le cambió el semblante, se le mudó el ánimo y se transformó en un alma que vagaba por el mundo sin consuelo.
-Cariño -le dijo un día su mujer-, no entiendo cómo te altera tanto una cosa tan intrascendente. ¿Por qué no lo olvidas?
Los gritos se oyeron hasta en Pekín y cerró su parlamento con una frase digna de figurar en el frontispicio de cualquier estadio.
-¡Antes olvido a mi mujer, a los hijos y al gato... que a mi equipo!
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