Érase
una vez un joven de buenos sentimientos que oyó
decir
que en un país lejano había gentes de gran maldad, que
querían
destruir su tierra y familia y que ponían en gran peligro
sus
"valores".
Eso
fue suficiente para convertir a un campesino feliz en un soldado
feroz que, empujado por un delirio colectivo, se sintió íntimamente
premiado por dios mismo, cada vez que mató a un enemigo,
arrasó casas, asesinó civiles e hizo otras barbaridades inconfesables.
Al
acabar la guerra se convirtió en un despojo humano, incapaz de arañar
la tierra para que diera frutos o, lo que es peor, encontrar algún
rastro de humanidad en su propio corazón. Tan turbia era ya su
mirada.
_____ o _____