18 jul 2014

Google, el libertador

En una ocasión las palabras se rebelaron contra el sistema, hartas de estar encerradas en un diccionario, sin ninguna capacidad de movimiento.
-Este es su lugar y no deben nunca moverse de aquí -les amenazó un académico, muy seguro de su poder.
-Nosotras en la vida nos movemos con total libertad de un sitio para otro, sin más orden que el que conviene a cada hablante -protestaron ellas.
-No lo olviden, manténganse cada una en su galería y en estricto orden alfabético -bramó el engreído guardián de la lengua.
-Buaaaahhhh! -lloraron desconsoladas todas las palabras que en el mundo han sido, las más solicitadas, las más olvidadas, las más esquivas, las más pomposas, las ruines, las infames, las altivas y hasta las más recurridas por los enamorados, los mendigos, los poetas solitarios, los niños inocentes, los embaucadores, la gente sincera...
Tan prolongados fueron sus lloros que llegaron a conmover el corazón de un poderoso que se apresuró a liberarlas de las cadenas del diccionario y dejarlas moverse por el mundo a su libre albedrío. Solamente impuso una condición: tendrían que presentar sus credenciales cuando alguien lo solicitara, pero no más que que para aclarar su significación y uso en boca de cualquier hablante. Eso sí, obedientes ante el chasquido de un teclado que las reclamara.

Y todas se escaparon de los diccionarios, como mariposas en desbandada, dejando sus triste sombras impresas para siempre. 
_____ o _____

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