7 mar 2014

Hombre en apuros

Justiniano del Real tenía un acendrado sentido del deber, tanto que jamás incumplió ninguno de sus compromisos, ya fueran verbales o escritos, nunca faltó a sus obligaciones ciudadanas y ni tan siquiera se saltó un semáforo o cruzó la vía pública por donde no estuviera marcado.
-La ley cumplida hace buenas las sociedades -solía decir.

Ayer fue su entierro. Falleció en un incendio ocurrido en su apartamento, digamos que por ser fiel cumplidor de normas. La escalera que le tendieron los bomberos para que descendiera desde su ventana llevaba un texto con instrucciones que se entretuvo tanto tiempo en leer que una llamarada traidora lo calcinó en un instante. Era tan ortodoxo que no le dio tiempo a cumplir con lo prescrito, ya que se atascó en la interpretación de una consigna que rezaba así: “Por su seguridad al subir o bajar, mantener en todo momento tres puntos en contacto con la escalera: dos manos y un pie o dos pies y una mano”.
Demasiado largo y exigente para un hombre en apuros, para Justiniano del Real.
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