30 may 2013

Maldita crisis que yo veo tras el cristal (II)


Cientos de veces había acudido a la misma tienda para surtirse de productos que llevar a la cocina y alimentar a su familia. Siempre le había parecido una actividad común y apenas necesitada de reflexión, era casi un mecanismo vital. Pero llegaron los malos tiempos del desempleo, llegó la hora de tragarse el orgullo y centrar las energías en la tribu.
Así que, armada de valor y haciendo uso de una lógica aplastante, se posicionó en la misma puerta del hipermercado de toda su vida y, con solo la cara de mujer orgullosamente humillada por el injusto destino, consiguió despertar la solidaridad de la clientela. Y más de una lágrima también. Madre coraje.
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