Soy
portero profesional de un famoso equipo de balompié y, como es de
suponer, tengo interiorizados cientos de movimientos y rutinas
físicas que me ayudan a cumplir con mi trabajo. Una de ellas
consiste en lanzarme en el aire con el cuerpo totalmente estirado,
tratando de atrapar el balón con mis manos antes de que se cuele en
la portería. Hasta aquí todo normal y previsible.
El
problema es que mi mente empieza a confundirse. Tal es el caso que me
ocurrió hace poco tiempo. Estaba sólo en mi habitación y por un
simple y rotundo acto reflejo traté de detener tres sombras que se
deslizaban por el ángulo superior izquierdo de mi ventana. Y aquí
surgió el problema que arrasa actualmente en los medios: Un
paparazzi apostado frente a mi casa disparó su cámara en el
instante justo en el que pasé por delante de la ventana. Encima sin
gayumbos…
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