24 mar 2013

Pena máxima

Soy portero profesional de un famoso equipo de balompié y, como es de suponer, tengo interiorizados cientos de movimientos y rutinas físicas que me ayudan a cumplir con mi trabajo. Una de ellas consiste en lanzarme en el aire con el cuerpo totalmente estirado, tratando de atrapar el balón con mis manos antes de que se cuele en la portería. Hasta aquí todo normal y previsible.
El problema es que mi mente empieza a confundirse. Tal es el caso que me ocurrió hace poco tiempo. Estaba sólo en mi habitación y por un simple y rotundo acto reflejo traté de detener tres sombras que se deslizaban por el ángulo superior izquierdo de mi ventana. Y aquí surgió el problema que arrasa actualmente en los medios: Un paparazzi apostado frente a mi casa disparó su cámara en el instante justo en el que pasé por delante de la ventana. Encima sin gayumbos…

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