Es cierto que detrás de cada ser humano se esconde una historia, pero no es menos cierto que a cada persona le acompañan otras muchas más historias, tantas cuantas dinosaurios encuentra en cada despertar...
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17 mar 2025
La gallina melancólica
Turuleca pronto se dio cuenta de que el granjero era muy avaricioso, porque todas las mañanas, cuando iba a recoger los huevos del nidal, tenía malas palabras cuando los encontraba vacíos y sonreía y le brillaban los ojos cuando los encontraba llenos. Encima amenazaba sin ningún pudor. Como me entere de quien está “vacía”, le retorceré el pescuezo. Turuleca se dio por aludida, porque llevaba dos días sin cumplir con su deber de gallina ponedora y bien sabía que aquel bruto era capaz de cumplir su amenaza. Empezó a pensar que se tenía que despedir de esta vida y fue a contar sus penas al gallo que le dio pocas esperanzas. Si el granjero lo nota, “caput”. Mejor que aguantes un mes como una reina. Y urdió un plan. Tú te pones en modo “clueca” y que el bruto de marras te vea incubar. Ya verás qué bien te trata. Yo, para disimular, te llevaré todos los días un huevo que robaré por ahí. Pero se va a dar cuenta a los 21 días y entonces estaré acabada. Bueno, o te despides ahora o dentro de un mes, allá tú. Bueno, mejor es ganar tiempo. Yo hago mi trabajo de gallo, proponía en plan pillín, tú incubas y a las 3 semanas que te quiten lo bailado. Pues eso fue lo que ocurrió. Turuleca se hizo dueña de un nido y el granjero se alegró de ver en pocos días una docena de huevos al calor de su cuerpo. ¡Cómo la mimaba! Hasta le colocó una bombilla encendida a modo de calefactor. Fue una temporada bonita, pero al final ocurrió lo que tenía que ocurrir. Turuleca ya estaba preparada para bien morir, había tenido tiempo. El caso es que el bruto del granjero, cuando pasaron los 21 días de rigor y no vio resultados, se enfadó mucho y empezó a gritos. ¡Otra gallina melancólica! La metió en un saco y se la llevó fuera con, evidentemente, malas intenciones. Le pregunté al gallo que era eso de melancólica. Y él, muy académico, me contestó así: Dícese de las gallinas cluecas que de repente se ponen a incubar sin salir del nido durante 21 días por el solo hecho de incubar, muchas veces sin huevos fecundados o sin nada bajo su plumaje. Es por instinto, como si obedecieran un reloj biológico. Que en paz descanse, le dije consternado.
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