Luna nueva

Hubo una vez que la luna se enfadó con los poetas, porque decía que eran unos aduladores y zalameros inaguantables y quiso esconderse una temporada. No encontró mucha complicidad en las nubes, porque bailaban al son del viento y desaparecían pronto. Protestó al sol por negarle su ayuda. Ya tienes una cara oculta, no me pidas más esfuerzos, rezongó. Tampoco los consejos de las estrellas le sirvieron de algo. A ti no hay forma de camuflarte en el firmamento, comentaron. Así que al final tuvo que asumir que no podía pasar desapercibida. Se lo confirmó el búho, símbolo de la sabiduría. Tonta, que tú eres inmortal. En la Tierra todos perecemos tarde o temprano, le aseguró, pero tú y el sol permanecéis siempre en lo alto. Aquella afirmación elevó tanto su autoestima que esa misma noche se hinchó y se dejó ver sin timidez alguna. Yo tengo, les gritaba a los poetas, algo que no tienen ustedes: Soy inmortal. Aquel grito atemorizó, sobre todo, a los lobos que desde entonces todas las noches de luna llena dejan oír sus aullidos en todos los rincones del mundo para recordarnos que la luna es inmortal. Y esto agrada tanto al astro de la noche que cada 28 días se nos muestra orgullosa en todo su esplendor.

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