13 dic 2024

Una moneda

Manejaba el auto por un camino de ripio en la costa chilena. Era de considerable anchura y buen diseño, eso sí, pero no estaba asfaltado. También cómodo, sí, pero muy polvoriento, algo que se hacía desagradable hasta que te acostumbrabas. El problema vino cuando me percaté de que una rueda estaba falta de presión. Los paisanos que consulté me dieron mil explicaciones de cómo llegar a una vulcanizadora donde por pocos pesos me lo pondrían en orden. Camino de Hualañé encuentra usted una, me dijeron. En el citado camino solo vi un neumático con una flecha y ni un rastro de casa. Así que seguí hasta San Pedro de Alcántara en la Región de O’Higgins. Allí topé con dos paisanos muy amables. Uno comunicativo y el otro callado. Ellos mismos se ofrecieron a ayudarme. Dé marcha atrás unos metros, mi amigo se lo arregla. Y efectivamente, el hombre tenía todos los pertrechos a punto para hinchar el neumático. Encendió un ruidoso comprensor, tiró de una manguera y puso los cuatro neumáticos como correspondía. Mientras tanto su amigo no dejaba de hablar conmigo sobre lo que fuera. Era un hombre ameno. Cuando la tarea estuvo finalizada quise pagar al buen samaritano. ¿Qué le doy? Esto lo tengo que pagar, usted me ha hecho un favor, le expliqué. “Ua oea” entendí. Me giré hacia atrás para hablar con el hombre parlanchín y, oh sorpresa, había desaparecido. ¿Cómo dice? Obtuve la misma respuesta. “Ua oea”. Supuse que aquel hombre hablaba en “chileno cerrado” y que economizaba fonemas, pero no, creo que era otra cosa que corroboré en la siguiente respuesta. Pronunció una “i” cuando le ofrecí un billete de diez mil pesos mientras sonreía satisfecho por el favor. Buena gente.
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