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Es cierto que detrás de cada ser humano se esconde una historia, pero no es menos cierto que a cada persona le acompañan otras muchas más historias, tantas cuantas dinosaurios encuentra en cada despertar...
16 dic 2024
Caleta de Llico
Es un estuario enano donde desemboca un estero (curioso nombre que dan en Chile a un río de menor categoría) que trae las aguas de un lago salobre de nada menos que 72 km2 de superficie y más de 30 m. de profundidad. Se llama Lago Vichuquén. En su tiempo, a finales del S. XIX, hubo un presidente que quiso hacer allí una base de la Marina Chilena para controlar aquella zona del Pacífico. Le convencieron de no hacerlo, ya que bastaría con obstruir el canal de acceso, de no más de 1 km., para atascar todos los navíos. Gracias a eso podemos ver hoy la costa casi en su estado natural, con un oleaje constante que mantiene a raya la arena oscura que se acumula en la orilla, en la que se atoran las embarcaciones de pesca. Antes las movían con bueyes, pero dicen que era poco edificante el trato que daban a los animales y hoy han sido sustituidos por un tractor. Al extremo sur del estuario está el hotel Puerto Viejo, construido sobre las ruinas de otro que hubo antes, destinado a la primera acogida de los emigrantes que llegaban a la zona. En este país, la emigración fue siempre bienvenida. Tiene unas vistas que te dejan como agarrado por un imán a tu asiento. La estrella del paisaje es un antiguo muelle erosionado por el agua, el viento y la arena que resiste como testigo mudo del pasado. Bueno, también al maremoto de 2010 que hizo de las suyas. Cuentan que, también a finales del S. XIX, lo hicieron para transportar en barcos de cabotaje el cereal que se producía en Talca y zona norte de Maule y que era llevado al pueblo costero de Constitución para desde allá acabar en California donde era muy demandado. Este pantalán, está a punto de morir, pues cada año pierde una parte de sí. Lo construyeron sobre 54 pilotes metálicos de 68 m. de envigado y 18 m. en terraplén. Yo lo llegué a conocer con siete arcos, luego con dos menos y hoy solo veo tres y muy maltrechos. Sé que está ya en su última agonía y yo quiero asistir piadosamente a su muerte. Tal como dicen que hacía don Osvaldo Mújica, un potentado de la zona, que cuenta una leyenda local que en ciertas noches oscuras llegaba al antiguo hotel montado en su caballo, entraba al bar, se tomaba unas copas, luego salía, detenía al jamelgo y miraba con ojos, quizás tristes, al muelle de Llico.
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