13 nov 2024

Superioridad discutida

En mitad del bosque crecen juntos un acebo y un castaño. Ambos pelean por captar la mayor cantidad de rayos de sol y en eso, ya se sabe, gana siempre el castaño que extiende y eleva sus ramas mucho más que su acompañante. Por eso se infla y pasea su ramaje por encima del acebo cada vez que la brisa se anima un poco o sopla el viento. Soy el más fuerte, dice seguro de sí mismo, te tengo sometido y humillado a mis pies, se jacta. Pedazo tonto y estúpido, se defiende el acebo. Yo necesito vivir a la sombra de ti, y de las hayas y robles que nos rodean. ¿Acaso eres más fuerte que ellos? El castaño se quedó un poco con la boca abierta. Aquel enano le había puesto en un brete. Y peor le fue con la siguiente frase. Yo necesito penumbra para producir mis maravillosos frutos rojos que dan consuelo a cientos de avecillas que se me acercan en invierno. Y tú, ¿ayudas en algo, pedazo de chulo con complejo de superioridad? El castaño apretó el morro, frunció el ceño y en un ataque descontrolado de soberbia y mala leche dejó caer todas sus hojas. Encima el tonto este no se ha enterado de que es caducifolio, criticaba el acebo. Ya se ve, añadía, en la flora existe mucha envidia hacia los de hoja perenne. Y soltó un grito que se oyó en todo el bosque. ¡No hay como un acebo en invierno escondido en mitad de la floresta! Todos las aves y pajaritos asintieron al unísono con una orquesta de cantos, trinos, gorjeos, graznidos, cacareos, arrullos, chillidos, que acabaron de hundir al castaño en profunda depresión. Eso te pasa por ir de sobrado, le decía una voz interior. En la alfombra de hojas que había bajo sus pies un grillo hizo un cri-cri-cri como para corroborarlo.
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