16 may 2018

No corre, sino vuela

Desde niño quise ser un almanaque, colgado en una pared al que todo el mundo mirara para saber en qué momento vivía. Quise ser calendario de bar, de taller de coches, de sacristía que marcara el inicio de la Cuaresma, de jefe de personal en una empresa, de un periodista deportivo, de un soldado contando sus días de permiso, de un navegante que soñara con el atraque, de una embarazada que midiera sus días antes del parto, de un condenado que esperara su libertad. Quise ser el que medía el tiempo implacable, el que contaba los días que restaban de vida o que acercaban a la gente al final de sus días. Quise ser, eso, el tirano del tiempo, el repartidor de los días y las noches, el de los acontecimientos felices, el de las grandes desgracias. Quise ser eso, el que todo lo ve, el que todo lo predice, el que todo lo ordena. Quise ser de niño el almanaque, calendario, anuario, agenda y dueño y señor del tiempo. Hoy tristemente confieso mi fracaso, no soy nadie. Soy, a lo sumo, un consumidor de minutos, un malgastador de horas, un desperdiciador de días, un testigo del paso rápido de los meses, una víctima de los años. Soy ya, un viejo. Soy efímero.
______ o ______

No hay comentarios:

Publicar un comentario