Llegó el mes de abril y, cumpliendo con la naturaleza, brotaron flores, los árboles se cubrieron de hojas y los animales, aves, insectos, invertebrados y demás empezaron su actividad frenética. Y de repente llegó ella con su gorjeo inconfundible. Bienvenida, saludé. Algo hice mal que salió espantada huyendo lejos. Era una golondrina que me había hecho compañía hasta el mes de setiembre anterior y de la que yo, no sé si sería ella, su hermana, tía o abuela, me quedé enamorado.
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