10 ene 2025

Choque cultural, no más

El tal Cristian era un hombre inquieto y curioso. ¿Ustedes comen queso de oveja? Sí, claro, es muy bueno. No me lo puedo creer. Y, ¿a qué sabe? Pues es más fuerte que el de vaca y más suave que el de cabra, decía yo. ¿Sí? Estaba claro que no le entraba en la cabeza. Mi mamá, seguía preguntando, hacía queso de vaca, pero ¿las ovejas dan leche como para poder hacer queso? Yo, amparándome en mi convivencia cercana con pastores, me alargaba en explicaciones y me sentía como Marco Polo saciando la curiosidad de aquel chileno que sólo pensaba que las ovejas servían para dar lana o comérselas preparadas al palo, ese sistema de asado en el que se coloca la pieza abierta en canal, como crucificada, en un palo vertical clavado en el suelo y cerca del fuego. Que sí, que allá en mi país se hace un queso estupendo, le insistía yo. Él movía la cabeza y no acababa de creérselo. Cristian, le decía yo, ayer me creí que el coipo se come y sabe a chancho, ¿no? Pues ahora le toca a usted fiarse de mí. No sé si lo conseguí.
________


No hay comentarios:

Publicar un comentario