Viejos recuerdos de un sintecho

Estaban jugando en el jardín con unos cartones que habían salido del embalaje de la nueva lavadora que había llegado a la casa. El abuelo hizo una “chabola” y el nieto se mostró muy feliz. ¡Aquí no me mojo y puedo dormir! El anciano sonreía. Mira, le explicaba, tienes que fijarte por dónde entra el viento para colocar la caja de culo, así no pasarás frío. El niño estaba en su salsa disfrutando de sus dominios. ¡Qué bien! ¿Puedo traer al perro dentro? Claro le contestó. ¿Por qué se te escapa una lágrima, abuelito? El niño escuchó algo que no entendió. Me llaman por teléfono, parece que dijo el abuelo. En realidad, se iba a llorar a escondidas recordando qué dura fue su vida cuando llegó clandestinamente, hace 40 años, a este país donde hoy se siente por fin ciudadano

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