Que
son materia inerte, que no tienen alma, memoria, pensamientos,
deseos, historia. ¡Uf! Eso es mucho decir, que yo no me lo creo. Los
que vivimos en Sante Foy de Conques tenemos pruebas de que no es así.
Cuenta la leyenda que cuando se dio por acabada la fachada occidental
de la Abadía donde se encuentra el tímpano del Juicio Final, los
maestros artesanos se dedicaron a mirar los 124 personajes esculpidos
bajo la bóveda de cañón de medio punto, y quedaron embelesados
siguiendo todas las historias recogidas en aquel lienzo románico.
Pero sigue contando la leyenda que ya enloquecieron del todo el día
que el abad Oldorico III se arrodilló para orar frente al
Pantócrator que preside el juicio final, señalando a la derecha el
camino de los buenos y a la izquierda el de los condenados, y
que quedaron boquiabiertos y estupefactos viendo el personaje que
aparecía en uno de los pliegues de la arquivolta: nada menos que el
"Pequeño Curioso" asomándose para saber cuál era de
destino de muchas de las almas que por allí pasaban. Juraron que
ellos no tenía nada que ver con aquello y Oldorico III, el abad
responsable de guardar el relicario de Santa Fe, una virgen
martirizada en el año 303, bajo el emperador Diocleciano y famosa
por curar ciegos y liberar cautivos, el abad, repito, lo dió por
milagroso y señal del cielo. Yo, como un testigo del S. XXI, no
puedo más que compartir su opinión y dar una prueba gráfica de
todo lo escrito. Ahí queda.
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