“Prohibida
la entrada a gente egoísta” rezaba el cartel que el mendigo
enseñaba en el atrio del templo. Los parroquianos, por aquello de
hacerse con méritos que adornaran su palmarés, eran generosos con
el indigente que no cesaba de agradecérselo con entusiamo. “Dios
les premiará como se merecen”, decía.
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NOTA: Publicado el 22-02-2018 en Cincuenta Palabras, blog que edita relatos de exactamente 50 palabras.
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