28 feb 2018

Cuando se es niño

Andresín tiene una curiosidad desbordante y recursos en abundancia para saciarla. Pero alguna vez no consigue sus objetivos, como por ejemplo la noche en que debían llegar a su casa los Reyes Magos. Antes de ir a dormir, colocó una cuerda de nylon atada entre dos sillas para averiguar a qué hora le entregaban los reyes sus regalos y descubrirlos in fraganti. Pero no funcionó, porque su sueño era muy profundo y no oyó nada. Sin embargo, al día siguiente vio cómo el árbol de navidad estaba un poco estropeado y su padre, muy sonriente él, llevaba un brazo en cabestrillo. Entre las muchas exclamaciones de alegría que se oyeron, su padre recuerda una muy especialmente, ¡Jolín, otro año sin ver a los Magos de Oriente! El año que viene se lo decimos, comentó el padre que aún recordaba el dedo dolorido del año anterior cuando introdujo el dedo en una trampa para ratones. Déjalo, pedía la madre, me encanta su inocencia.
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