10 ene 2018

Creced y multiplicaos

De niño me gustaba competir con mis hermanos y hermanas a ver quién pisaba más baldosas en el camino a la estación. Poníamos un pie en los vértices de cuatro de ellas y luego en el siguiente paso en otras tantas. Así sumábamos de cuatro en cuatro y el que alcanzaba mayor número ganaba. Al principio yo siempre perdía, porque todos mis hermanos mayores me hacían trampas, pero luego, cuando aprendí a multiplicar y, todo hay que decirlo, nacieron más hermanitos, yo ganaba más de una vez. Mi padre se reía mucho y nos ayudaba en los cálculos. Luego, en la sala de espera de la estación, cambiábamos de juego. Había que colocar los dedos de la mano en los azulejos de la pared y ver quién tocaba más. Así aprendimos todos a multiplicar por cinco. La verdad es que todavía recuerdo cómo mi padre se las ingeniaba para que aprendiéramos aritmética. Porque él, de multiplicar y multiplicarse sabía mucho, que tuvo 14 hijos.
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