9 ago 2017

Palabras del biznieto de Abeid El Medhi

Tuve un amigo que conocía el desierto. Era saharahui. Contaba que sus ancestros eran todos nómadas y que el largo conflicto que aún hoy mantienen con sus incómodos vecinos marroquíes les ha obligado a convertirse en sedentarios, para más inri, en una tierra áspera e ingrata que cuenta con más piedras que humus. Contaba que tuvieron que aprender el oficio de hortelano y que, para sorpresa de todos, el alumno más aventajado de todo el campamento de refugiados fue su bisabuelo Abeid El Medhi. Mi amigo aseguraba que su bisabuelo cultivaba dee todo, como por ejemplo, zanahoria, nabo, cebolla, remolacha, tomate, pimiento, col, lechuga, berenjena, acelgas, melones, sandías... Abrumado por tantos cultivos yo le cortaba la retahíla preguntando cuál era el secreto. Él me decía que el truco de su bisabuelo era saber usar el agua en el momento oportuno, que allí extraen agua de un pozo subterráneo de casi 100 metros de profundidad y que él administraba como nadie entre septiembre y mayo. ¿De dónde le venía tanto saber? El padre de mi abuelo fue camellero y sabía administrar el preciado líquido como si fuera una camella sabia. Mi bisabuelo tenía joroba, era uno de ellos, aseguraba. Mi amigo desapareció, creo que volvió a los campamentos de Tinduf, concretamente a Dajla. Vista la pasión que vi en sus palabras, estoy seguro que hoy mi amigo cuida un huerto con primor.
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