Tuve
un amigo que conocía el desierto. Era saharahui. Contaba que sus
ancestros eran todos nómadas y que el largo conflicto que aún hoy
mantienen con sus incómodos vecinos marroquíes les ha obligado a
convertirse en sedentarios, para más inri,
en una tierra áspera e ingrata que cuenta con más piedras que
humus. Contaba que tuvieron que aprender el oficio de hortelano y
que, para sorpresa de todos, el alumno más aventajado de todo el
campamento de refugiados fue su bisabuelo Abeid El Medhi. Mi amigo
aseguraba que su bisabuelo cultivaba dee todo, como por ejemplo,
zanahoria, nabo, cebolla, remolacha, tomate, pimiento, col,
lechuga, berenjena, acelgas, melones, sandías... Abrumado por tantos
cultivos yo le cortaba la retahíla preguntando cuál era el secreto.
Él me decía que el truco de su bisabuelo era saber usar el agua en
el momento oportuno, que allí extraen agua de un pozo subterráneo
de casi 100 metros de profundidad y que él administraba como nadie
entre septiembre y mayo. ¿De dónde le venía tanto saber? El padre
de mi abuelo fue camellero y sabía administrar el preciado líquido
como si fuera una camella sabia. Mi bisabuelo tenía joroba, era uno
de ellos, aseguraba. Mi amigo desapareció, creo que volvió a los
campamentos de Tinduf, concretamente a Dajla. Vista la pasión que vi
en sus palabras, estoy seguro que hoy mi amigo cuida un huerto con
primor.
_____ o _____
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