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16 ago 2017

Hibernación

Llegó la primavera y la rana mejoró el ritmo de sus constantes vitales. Salió a la superficie de la charca y vio el mismo mundo de siempre. Así que se zampó todos los insectos que acompañaban a las vacas que abrevaban en su hogar, engordó lo que pudo y hasta mantuvo un romance breve con un don Juan que apareció por allí. Con la sequía de agosto, el agua dio paso al lodo y ella tuvo que esconderse en el fondo y paralizar su organismo a la espera de mejores tiempos. De nuevo durmió con sus constantes vitales a baja velocidad. Nunca supo explicar qué le producía más placer, si vivir medio muerta o vivir en este mundo donde los mortales somos, mal que nos pese, todos.
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