Torpezas que se acaban olvidando

Me cuenta un pariente que un emigrante francés llegó a las tierras de la América Austral en busca de fortuna. Pronto se percató de que había que trabajar y logró empleo en una tahona. La necesidad de aprender la lengua la colocó en segundo lugar. Al poco tuvo que cambiar de opinión, porque un día que repartía pan en una camioneta le pararon los carabineros. Muéstrenos el carnet, pidieron. No, yo carne no. Yo pan, explicó. En las tres frases siguientes produjo más risas que pan en un mes.

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