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9 dic 2024

Tratamiento de don o doña

El viajero tuvo la fortuna y la dicha de viajar por Chile, un país remoto donde perduran antiguas costumbres del tiempo colonial. Y tropezó con un viejo uso que provocó alguna que otra risa. El bueno de Juan Badaya escuchó que al uno le llamaban don Héctor, al otro don Carlos y a un tercero directamente Manuel. Confuso por este tema de los tratamientos decidió innovar en lo social y un día que tenía que sacar un auto de un parking se dirigió directamente al encargado de la barrera con el generoso saludo. Hola, don Luis. El tal don Luis se partía de risa y abrió la cancela, no sin antes ser agradecido y obsequiar a un servidor con un regalo. Mire, le voy a regalar una pulsera del club de fútbol. Y gentilmente me colocó en la muñeca una pulsera de goma amarilla y azul del Club Deportivo Santa Cruz. La llevé orgulloso al menos durante tres días, lo justo que tardó en romperse. Para Juan Badaya aquello era un pasaporte. Lo comenté con la familia allí residente y también se troncharon de risa. Aquella noche tuve que consultar con el tío Google y encontré lo que creo es la explicación a mi zozobra. Dice más o menos en distintas entradas que es un tratamiento, el don o doña, que denota la pertenencia al nivel social más alto, político o económico de antaño, reservado a nobles e hidalgos, que se ha acabado extendiendo a otros estratos sociales, siendo el origen europeo uno de ellos. Tate, me dije, por una vez en la vida voy a ser de la élite. Y cierto, en uno de los países del mundo con una mayor desigualdad social, fui durante un tiempo señor Badaya y hasta don Juan Badaya.
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