En
mi ciudad hay un aeropuerto que no goza de buena fama, porque, en
fin, los días en los que sopla viento sur los aterrizajes ponen a
todos los pelos de punta. Para colmo, 200 metros antes de que las
ruedas se posen en tierra, se sobrevuela el cementerio municipal. Mi
amigo, Juan Gustias, es fotógrafo especializado en el mundo de los
aeropuertos y ha ganado ya varios premios por sus espectaculares
imágenes. Le encanta tomar videos de los aviones que cabecean de
izquierda a derecha como locos antes de enderezarse justo en el
momento de contactar con el suelo. Es lo más fácil del mundo, me
dice. Mi tío, que es piloto, me contó que es la técnica perfecta
para pelear con el viento sur. ¡Uf, me quitas un peso! Para los
profesionales, me explica, este viento de lado no ofrece mayor
problema, pero para los no iniciados parace el probable inicio de una
tragedia. ¡Ya! No te rías, aquí los únicos que sufren son los
viajeros desprevenidos. Pero gusta mucho a mis clientes que son muy
morbosos, siempre están esperando lo peor. ¡Ah! Es lo que vende hoy
en los medios, me explica. Pero espera, mi sueño imposible es hacer
unas tomas con un dron donde se vean las aeronaves cabeceando por
encima del cementerio. No me dejan las autoridades. Pero te juro que
si sorteo la prohibición, ese día me forro, aunque acabe detenido.
Me quedo en blanco. Juan Gustias es un inconsciente. ¿Tendré que
poner en conocimiento de la policía, las locuras de mi amigo? ¡Uf,
hoy no duermo!
_____ o _____
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